Este domingo, mientras el país aún digiere el dolor por el asesinato del senador Miguel Uribe Turbay, el Centro Democrático reunió a sus precandidatos en un conversatorio que pretendía ser homenaje, pero terminó siendo también vitrina política. Entre las voces que se alzaron, la de María Fernanda Cabal resonó con fuerza: “El partido tiene la responsabilidad histórica de volver a encender la esperanza”.
La frase, pronunciada con convicción, no fue solo una consigna. Fue un llamado a la unidad, al rescate del legado uribista y a la consolidación de una candidatura que, según ella, debe enfrentar “el cambio” que representa el actual gobierno. Cabal no escatimó en críticas: habló de filas para conseguir medicamentos, de poblaciones atrapadas en la criminalidad, y de un país que, según su visión, ha perdido el rumbo.
Pero más allá del discurso, lo que se vivió fue una escena cargada de simbolismo. Tres mujeres —Cabal, Holguín y Valencia— se presentaron como “disciplinadas, arrojadas, valientes”, en un gesto que mezcla sororidad política con estrategia electoral. La ausencia de Miguel Uribe Turbay, asesinado en un atentado apenas días atrás, marcó el tono del encuentro. Su padre, presente en el conversatorio, recibió el compromiso de los precandidatos de mantener viva su causa.
En medio de la pugna por la nominación, Cabal reafirmó su lealtad al expresidente Uribe, incluso mientras este enfrenta prisión domiciliaria. “Somos los mejores precandidatos que cualquier partido desearía tener”, dijo, en una frase que mezcla orgullo, militancia y cálculo político.
La crónica de este día no se escribe solo con palabras. Se escribe con silencios, con ausencias, con el eco de una bala que interrumpió una campaña. Se escribe también con el rostro de una senadora que, entre flores y fuego, se perfila como una figura clave en la contienda que se avecina.








