Por estos pasillos han caminado madres con turnos dobles, secretarias que aprendieron a leer radiografías por intuición, y hombres que, sin uniforme médico, salvaron vidas con una llamada oportuna. Hoy, esos mismos pasillos están más silenciosos. El Hospital San Juan de Dios de Floridablanca despidió a 17 funcionarios, muchos de ellos con más de una década de servicio. La noticia llegó como un portazo: sin previo aviso, sin explicaciones claras, sin espacio para el duelo laboral.
María del Pilar* no pudo contener las lágrimas cuando recibió la carta. “Tengo dos hijos con discapacidad visual. Este trabajo era mi sostén, mi rutina, mi dignidad”, dice con la voz entrecortada. Llevaba 18 años en el área administrativa. Nunca tuvo una sanción, nunca faltó sin justificación. Hoy, se siente desechada.
Como ella, otras mujeres cabeza de hogar fueron desvinculadas. Algunas están embarazadas. Otras enfrentan enfermedades que requieren tratamientos costosos. “Nos sacaron como si no valiéramos nada”, repite una auxiliar que prefiere no dar su nombre por miedo a represalias.
La gerencia del hospital, liderada por Mónica Barrios, no ha ofrecido una explicación pública detallada. Desde el sindicato SUNET, su presidenta Mary Flórez Moreno denuncia que mientras se despide personal que gana un salario mínimo, se mantienen asesores jurídicos con sueldos superiores a cinco millones de pesos. “El hospital parece un bufete de abogados, no un centro de salud”, afirma.
Los despedidos trabajaban en áreas clave: atención al usuario, tesorería, sistemas, almacén. Eran el engranaje silencioso que hacía posible la atención médica. “No éramos visibles, pero sin nosotros no funcionaba nada”, dice un exfuncionario del área de sistemas.
La indignación ha escalado. SUNET ha elevado la denuncia ante el Ministerio del Trabajo, la Procuraduría, la Contraloría y la Gobernación de Santander. Se prepara una jornada de protesta. No solo por los despidos, sino por lo que representan: una forma de gestión que parece olvidar que detrás de cada cargo hay una historia, una familia, una vida.
En Floridablanca, el hospital no es solo un edificio. Es memoria, es comunidad, es refugio. Hoy, esa memoria está herida. Y quienes fueron despedidos no piden caridad, piden respeto. Piden que se les mire como lo que son: trabajadores que sostuvieron la salud pública en tiempos de crisis, que merecen algo más que una carta de despido.








