En Santander duele ver cómo la mezquindad política se impone sobre la humanidad. El representante Álvaro Rueda, hoy liberal y petrista declarado, y Ángel Alirio Moreno, viejo barón de la cuestionada Convergencia Ciudadana -partido marcado por la parapolítica y padre del exalcalde de Floridablanca Miguel Ángel Moreno, con un legado lleno de sombras- , se han levantado contra un proyecto que no admite discusión: un búnker oncológico y la dotación de un acelerador lineal en el Hospital Universitario, aprobado por el Ministerio de Salud y que beneficiaría a más de 37 mil pacientes con cáncer.
¿Qué clase de políticos prefieren bloquear recursos de 21 mil millones de pesos antes que permitir que madres, hijos, abuelos y jóvenes tengan un tratamiento digno? ¿En qué momento la ambición electoral y la rabia personal valen más que una vida humana?
Quienes cargan con el dolor de un diagnóstico saben lo que significa esperar meses por una radioterapia. Saben lo que es viajar a otras ciudades, gastar lo que no se tiene y ver cómo el tiempo se convierte en enemigo. Frente a ese sufrimiento, Rueda y Moreno han decidido decir “no”.
Esto no es solo oposición: es crueldad. Es el reflejo de una política sin alma, capaz de negociar incluso con el dolor de los enfermos. Santander no puede callar. Porque cuando los políticos se vuelven enemigos de la vida, la sociedad tiene la obligación de denunciarlos y rechazarlos sin matices.