Cada 19 de octubre, el calendario nos recuerda que el cáncer de mama existe. Pero para miles de mujeres en Colombia, especialmente en edad fértil, no es una efeméride: es una amenaza diaria. Una que se enfrenta con desigualdad, con demoras, con silencios. Y muchas veces, con muerte.
El cáncer de mama no espera. No distingue entre zonas rurales o urbanas, entre mujeres jóvenes o mayores. Por eso, el Estado colombiano debe dejar de tratarlo como una fecha conmemorativa y asumirlo como una prioridad de salud pública. La prevención, la detección temprana y el tratamiento oportuno no son favores: son derechos.
Hoy, desde esta columna, hago un llamado urgente a las autoridades de salud: inviertan en la vida de las mujeres. En todos los rincones del país. Que los médicos puedan autorizar mamografías sin trabas. Que los estudios especializados no sean un privilegio. Que la medicina preventiva sea política pública, no excepción.
Porque proteger la fertilidad y preservar la vida de las mujeres es proteger el futuro de Colombia. No podemos seguir perdiendo madres, hijas, lideresas, cuidadoras. No podemos seguir esperando.
Hoy, que el mundo habla del cáncer de mama, que Colombia escuche. Y que actúe.