La madrugada de este lunes, Colombia despertó con una noticia que muchos se negaban a aceptar: el senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay falleció tras más de dos meses de lucha por su vida, luego de haber sido víctima de un atentado el pasado 7 de junio en Bogotá. Tenía apenas 39 años.
Su muerte no solo enluta a su familia, sino que ha sacudido a una sociedad que creía haber dejado atrás la época de los magnicidios. “El mal todo lo destruye, mataron la esperanza”, escribió el expresidente Álvaro Uribe Vélez, mentor político del senador, en un mensaje que resume el sentimiento de miles.
Desde todos los sectores políticos, las reacciones han coincidido en el dolor y en el rechazo a la violencia. “Hoy Colombia llora la partida de un gran hijo de la Patria. Su legado seguirá vivo en cada causa justa que defendamos”, expresó el representante Eduar Triana. La senadora Paloma Valencia fue aún más contundente: “No es muerte, es violencia. No es ausencia, es que lo sacaron. Colombia llora de pie. Jamás vencida”.
La vicepresidenta Francia Márquez también se pronunció: “La democracia no se construye con balas ni con sangre, se construye con respeto y diálogo. La violencia no puede seguir marcando nuestro destino”.
El alcalde de Bogotá, Carlos Fernando Galán, decretó tres días de duelo en la capital y pidió que el asesinato de Uribe Turbay sea un punto de quiebre: “No podemos permitir que los violentos, una vez más, pongan en riesgo lo más profundo de nuestra democracia”.
Miguel Uribe Turbay era hijo de la periodista Diana Turbay, asesinada en cautiverio en 1991. Su historia personal estaba marcada por el dolor, pero también por una vocación de servicio que lo llevó a convertirse en una figura política respetada por su honestidad y compromiso.
“Nos devolvieron a la peor versión de Colombia: esa donde pensar distinto se paga con sangre”, lamentó el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez.
La Fiscalía General confirmó que los autores materiales del crimen ya responden ante la justicia, y que se trabaja sin descanso para identificar a los determinadores del atentado.
En medio del duelo, el país se pregunta cómo es posible que, en pleno 2025, siga siendo noticia el asesinato de un líder político. La respuesta aún duele. Y la herida, esta vez, no solo es institucional: es profundamente humana.








