En medio de una jornada nacional que movilizó a más de 1.5 millones de jóvenes entre los 14 y 28 años, Santander dejó cifras preocupantes: de los 519.285 jóvenes habilitados para votar en el departamento, solo 56.250 acudieron a las urnas. Esto representa apenas el 10,8 % de participación juvenil, muy por debajo del promedio nacional.
Mientras el país celebró un aumento del 18,44 % en la participación respecto a las elecciones juveniles de 2021, y una reducción histórica en el porcentaje de votos nulos (de 23,11 % a 1,98 %), en Santander persiste una brecha entre el discurso y la acción.
¿Dónde están los reclamos que hacen los jóvenes cuando aseguran que el Estado no los tiene en cuenta? ¿Dónde está la apropiación de los espacios de decisión?
Los resultados preliminares a nivel nacional muestran que:
• El 53,35 % de los votos fueron para partidos y movimientos políticos.
• El 28,15 % para listas de jóvenes independientes.
• El 18,49 % para procesos y prácticas organizativas juveniles.
El registrador nacional, Hernán Penagos, calificó la jornada como “llena de esperanza democrática” y destacó la eficiencia del proceso electoral y el compromiso de los jurados de votación. Sin embargo, en Santander, el desafío no fue logístico, sino cultural: ¿Cómo activar el interés de los jóvenes por lo público, por lo colectivo, por lo que les pertenece?
Cierre movilizador para Santander
La democracia juvenil no se construye solo con urnas, sino con participación constante. Las cifras de Santander deben ser un llamado urgente a fortalecer la pedagogía electoral, a abrir espacios reales de incidencia y a escuchar con seriedad las voces jóvenes que aún no creen en el sistema.
Desde los colegios, universidades, colectivos barriales y redes digitales, es hora de preguntarnos: ¿Cómo hacemos que votar sea un acto de transformación y no solo un trámite?








