Este 22 de octubre, Santander se sumó a la jornada del Simulacro Nacional de Respuesta a Emergencias 2025, una estrategia que desde hace más de 13 años lidera la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD) con el objetivo de fortalecer la preparación institucional y ciudadana ante eventos como sismos, incendios o inundaciones.
En esta edición, el departamento reportó una participación destacada de entidades públicas, privadas, centros educativos y organismos de socorro. Bucaramanga, en particular, movilizó a funcionarios y trabajadores de empresas e instituciones, superando en cobertura organizacional la jornada del año anterior. Sin embargo, el ejercicio dejó al descubierto una preocupación estructural que no puede seguir postergándose: la exclusión sistemática de las familias que habitan en edificios de más de 20 y hasta 30 pisos, cada vez más comunes en la capital santandereana.
Una ciudad que crece hacia arriba, pero sin rutas claras de evacuación
El auge de la construcción vertical en Bucaramanga ha transformado su paisaje urbano, pero también ha planteado nuevos desafíos en materia de gestión del riesgo. Durante el simulacro, no se evidenció una participación activa de las comunidades residentes en torres de apartamentos, a pesar de que estas estructuras concentran a miles de personas en zonas de alta densidad.
La evacuación desde pisos superiores —especialmente en edificaciones sin planes de emergencia actualizados, sin señalización adecuada o sin brigadas comunitarias capacitadas— representa un riesgo latente en caso de un evento telúrico real. A esto se suma la falta de ejercicios específicos que simulen evacuaciones verticales, tiempos de descenso, puntos de encuentro seguros y protocolos diferenciados para personas con movilidad reducida, niños o adultos mayores.
Pero el riesgo no solo está en las alturas formales. En muchos barrios populares de Bucaramanga, se ha vuelto común la construcción de pisos adicionales sobre viviendas que originalmente fueron diseñadas para uno o dos niveles. Estas ampliaciones, muchas veces hechas sin estudios técnicos ni supervisión estructural, representan un peligro silencioso ante un eventual sismo o emergencia. La sobrecarga de peso, la falta de refuerzos adecuados y el uso de materiales no certificados podrían convertir estas edificaciones en puntos críticos de colapso. ¿Quién vigila estas construcciones? ¿Qué protocolos existen para prevenir tragedias en zonas donde el crecimiento urbano ocurre sin planificación? En una fecha como esta, dedicada a la prevención, es urgente que las autoridades locales incluyan en sus diagnósticos y simulacros a estas comunidades, que hoy enfrentan riesgos invisibles pero latentes.
Un llamado a las autoridades locales y a los constructores
Aunque el simulacro cumple con su propósito pedagógico y de coordinación interinstitucional, urge que las autoridades municipales y departamentales incluyan en sus planes de gestión del riesgo a las comunidades residenciales verticales, que hoy representan una porción significativa de la población urbana.
La ciudad necesita avanzar hacia una cultura de la prevención que no se limite a oficinas y colegios, sino que llegue a los hogares, especialmente a aquellos que, por su altura, enfrentan mayores dificultades de evacuación. ¿Está Bucaramanga preparada para evacuar un edificio de 30 pisos en caso de sismo? La respuesta, por ahora, parece ser no.
Hacia un simulacro más inclusivo
El Simulacro Nacional es una herramienta valiosa, pero su efectividad depende de su capacidad para adaptarse a las realidades urbanas actuales. Bucaramanga tiene la oportunidad de liderar en este aspecto, integrando a las copropiedades, administradores de edificios y constructoras en futuros ejercicios, y promoviendo simulacros internos que se articulen con los planes distritales.
La prevención no puede quedarse en el papel. La altura de nuestras ciudades exige una mirada más profunda y comprometida con la vida.