El primero de marzo se conmemora el día del reciclador. ¿Por qué se escogió esta fecha y por qué se habla de conmemoración en lugar de celebración? La siguiente crónica realizada por la Cooperativa de Recicladores Bello Renacer y titulada «El carnaval de muerte» nos da la respuesta.
Estos son detalles desconocidos de la escalofriante matanza de
recicladores en los predios de la universidad libre de Barranquilla, seres
humanos mal llamados en esa época “basuriegos” “desechables” o
“indigentes”.
A la 1:30 de la madrugada del día Sábado 29 de Febrero del año 1992,
cuando los Barranquilleros estaban metidos en las casetas y los clubes
sociales, gozando de las fiestas del carnaval de Barranquilla, los
recicladores de esta ciudad recorrían las calles en busca de residuos
sólidos para vender a la mañana siguiente en las bodegas de Barlovento,
donde se ubicaban las bodegas de reciclaje. Uno de ellos era Oscar
Rafael Hernández López, un joven de 24 años de profesión reciclador,
esa madrugada pasaba frente a las instalaciones de la Universidad libre
de Barranquilla cuando fue abordado por un celador que vestía camisa
roja y que se encontraba en la puerta del plantel educativo, este celador
se llamaba Saúl Hernández Otero.
“Me gritó: -Negro, ¿tú recoges cartón? Allá atrás, en uno de los patios
hay una montaña de cajas, entre y llévatelas. El hombre me abrió la
puerta y me indico con la mano hasta donde tenía que ir. Con el estaban
otras cuatro personas que me dijeron que me llevara todo lo que me
sirviera. Cuando me agache para recoger las cajas me descargaron un
garrotazo en la cabeza, me fui de cara al piso y quede aturdido, me
seguían pegando, otro medio un garrotazo en un brazo y grite de dolor,
así continuaron golpeándome por unos minutos, luego uno de ellos dijo:
ahora peguémosle un tiro, y oí cuando disparo el arma. Quede tirado en
el piso, pero sentí que todavía estaba vivo, entonces pensé que si me
quería salvar me tenía que hacer el muerto.
Me arrastraron por el piso y me llevaron a un cuarto frio, me subieron a
una mesa de aluminio y uno de ellos dijo: este ya huele a formol, nos
falta uno para completar la cuota, luego salieron y cerraron la puerta, yo
permanecí quieto, sin moverme, pensé que alguien me estaba
cuidando. De pronto empecé a oír gritos, quejidos y muchos golpes,
unos minutos después abrieron otra vez la puerta y vi cuando
arrastraban a otra persona, la subieron en otra mesa donde había un
enorme cuchillo, y uno de ellos dijo: ahora si estamos listos, hay que
empezar ya, manos a la obra, pero otro de ellos le contesto:
aguantemos, ya están aquí, podemos dejar el resto de trabajo para toda
la noche de mañana, siguieron discutiendo y por fin decidieron irse,
cerraron las puertas, apagaron las luces y se marcharon.
Yo continué sin moverme, esperando que todos se fueran, cuando vi
que no había peligro trate de pararme y quede horrorizado con lo que vi
a mi alrededor. En la siguiente mesa de aluminio estaba otro reciclador
que yo conocía muy golpeado, él no se movía, aun no estaba muerto, en
el piso habían tres baldes con partes del cuerpo humano, las paredes y
el piso estaban untadas de sangre, me dio mucho miedo, a otro lado
estaban unas cubetas llenas como de formol y en este cuarto hacia
mucho frio. Como pude me levante y vi en una mesa un cuchillo grande
como esos conque matan el ganado y un garrote lleno de sangre,
cabello y partes de piel.
Me subí a una mesa que estaba cerca de una ventana, me asome y eran
como las Seis de la mañana, trate de abrir la ventana pero no pude, no
quería hacer mucho ruido, pensando que esa gente estuviera afuera del
cuarto, entonces me baje de la mesa y fui hasta la puerta moví la
cerradura y gracias a Dios logre abrir, Salí corriendo y me escape por el
patio de atrás de la Universidad, corrí como un loco en busca del CAI
que quedaba a media cuadra de la universidad, me encontré con un
policía y le dije: oye me trataron de matar en la universidad, me
pegaron un tiro y mire como tengo la cabeza y mi brazo a punta de
trancazos, el policía me miro y viendo que yo era un “basuriego” me
grito: Negro tú estás loco, cuando te pegan un tiro en la cabeza te
mueres esa vaina no te la creo, yo le conteste: mira policía vamos a la
universidad y te muestro que haya hay y a otra persona y tampoco está
muerto, el policía al ver mis suplicas al fin decidió acompañarme, pero
cuando llegamos a la puerta de la unilibre, los celadores que ya estaban
de turno del día no dejaron entrar al policía, entonces el policía se
comunicó por el radio que portaba y pidió refuerzos.
Entramos a la universidad con más policías, como a las Siete de la
mañana y yo les mostré donde me habían pegado, habían los rastros de
mi sangre por donde me arrastraron hasta el cuarto donde me
metieron, cuando los policías abrieron la puerta quedaron horrorizados,
habían cuerpos humanos, partes de cuerpos en baldes, vísceras
humanas en el piso y por todos lados mucha sangre y un olor horrible, al
ver al otro reciclador muy mal herido decidieron llamar a una
ambulancia y junto a él nos llevaron al hospital.
Nadie se explica cómo se salvó Oscar Hernández, del tiro de gracia que
le hizo a quemarropa uno de los celadores de la universidad. Apenas
rozo su oreja derecha y los garrotazos en la cabeza, suficientes para
acabar con su vida, solo le ocasionaron una conmoción cerebral, el
relato que entrego el reciclador a las autoridades puso al descubierto el
macabro negocio que se había montado en el interior de la universidad,
ese día los investigadores descubrieron en el anfiteatro los cadáveres
completos de 10 personas todas ellas recicladores y partes de cuerpos
de por lo menos 40 seres humanos más.
Lo ocurrido a Oscar Rafael Hernández López era parte de esta macabra
historia, Cuatro días antes el 25 de Febrero del año 1992 un taxi
amarillo ingreso a la media noche a los predios de la universidad y en su
interior iban los cuerpos, maniatados de Dos recicladores que minutos
antes habían sido atacados y muertos a punta de garrote en el
cementerio central de barranquilla, donde pasaban sus noches. Los Dos
cadáveres fueron llevados al interior del anfiteatro por los Cuatro
celadores que se encontraban esa noche de turno y que habían
participado en la “Cacería” de los recicladores, allí los estaba esperando
Santander Sabalza Estrada, un hombre analfabeta que llevaba 17 años
de servicios en la universidad y que desde hacía Dos años era el
encargado de “arreglar” los cadáveres que ingresaban a la morgue.
En las siguientes Cuatro horas, Sabalza y sus cómplices tenían que
descuartizar los cuerpos, seleccionar los órganos y colocarlos en
recipientes especiales para conservarlos en cuartos fríos y por ultimo
debían dejar la mesa de “cirugía” en orden, como si allí no hubiese
pasado nada. Pero en la noche del martes 25 las cosas no salieron bien,
todo se complicó porque uno de los ayudantes se desmayó ante la
macabra escena y cuando se disponían a continuar su tarea se dieron
cuenta de que ya estaba amaneciendo y que todavía les faltaba más de
la mitad, entonces decidieron cubrir con pintura algunos rastros de
sangre que habían en el piso y paredes y echar la ropa de los
“desechables” en las canecas de la basura a la que posteriormente les
prendieron fuego, lo que quedaba de los cuerpos los trasladaron a
cubetas de formol, los cubrieron con sábanas y acordaron que
terminarían “el trabajo” en la noche del miércoles 26, luego se
cercioraron de que nadie estuviera en la universidad para así abandonar
sus instalaciones.
A las Siete de la mañana del 26, una de las aseadoras comenzó su labor
de limpieza en uno de los patios aledaños al anfiteatro, cuando se
disponía a desocupar las canecas de la basura encontró trozos de ropa
chamuscados y con rastros de sangre, también descubrió manchas de
sangre más notorias en los pasillos cuyo rastro terminaba en la entrada
del anfiteatro, la mujer quien llevaba varios años como empleada de la
universidad, quedo horrorizada al descubrir detrás de las puertas de
acceso a la morgue, Dos baldes repletos de sangre con restos de
órganos humanos, aun asustada por esto se dirigió a las oficinas de la
administración de la universidad donde se encontró con el
sindicogerente, Eugenio Castro Ariza, a quien informo del macabro
hallazgo.
Un testigo que se encontraba en ese momento en las oficinas de la
administración dijo “ella no podía casi hablar, estaba atemorizada,
lentamente se recuperó y le conto al Sindicogerente lo que acababa de
descubrir, lo que a mí me impresiono fue que este señor se quedó
tranquilo sin darle importancia al asunto y se limitó a decir que iba a
investigar con la facultad de medicina que era lo que estaba ocurriendo,
esa vaina a mí no me gusto había algo raro en la historia de la aseadora
y decidí seguir de cerca los pasos del Directivo, hasta donde yo pude
establecer el nunca aclaro nada y le pidió a la aseadora que no se
volviera a referir al tema” señalo a la Revista SEMANA este testigo que
pidió reserva de su nombre por temor a represalias.
La pesadilla de horror apenas comenzaba al salir a la luz pública cuando
las autoridades vincularon a 14 empleados de la Universidad libre de
Barranquilla, de ser los responsables de una diabólica red de tráfico de
cadáveres y de órganos humanos. El Sindicogerente de la universidad de
la Universidad libre Eugenio Castro Ariza, era quien entregaba el dinero
para comprar los cadáveres. Santander Sabalza Estrada, encargado del
anfiteatro, era quien descuartizaba los cuerpos. El grupo de vigilantes
tenía a su cargo seleccionar a las víctimas, ejecutarlas y buscar
compradores de órganos.
EL MACABRO NEGOCIO: La investigación que adelanto un grupo de
Jueces, apoyados por el DAS, la policía, la DIJIN y el F-2, sobre lo
ocurrido en la Universidad Libre de Barranquilla, dejo al descubierto una
monstruosidad de proporciones inimaginables. En primer lugar los
investigadores pudieron determinar que las desapariciones sistemáticas
de recicladores ocurridas en los últimos Cuatro meses, estaban
relacionadas con el tráfico de cadáveres que se realizaba desde la
morgue de la Universidad. Una teoría que fue cimentada en el
reconocimiento de los cuerpos el 1 de Marzo fue que todos ellos
desaparecieron en circunstancias muy similares la “chupe-chupe” “Doña
María” “la chicholina” “el pájaro” “el loco” personas que vivían de
reciclar y quienes desaparecieron en horas de la madrugada de su lugar
de descanso que era el cementerio central o debajo de los puentes de la
ciudad. Hombres armados con revólveres y garrotes los sacaban de sus
improvisadas camas y cargaron con ellos, nunca más volverían a
aparecer. Es el caso de “el loco” a quien Tres hombres armados quienes
llegaron a los predios del cementerio, rondaron por entre las bóvedas
desocupadas y en una de ellas encontraron a Tres recicladores, los
encañonaron y comenzaron a golpearlos con los garrotes, Dos de ellos
escaparon pero “el loco” perdió el conocimiento y lo arrastraron hasta
el interior de un taxi y se lo llevaron, el martes en la mañana sus amigos
identificaron su cuerpo en el anfiteatro del Hospital Universitario, este
reciclador fue quien la policía traslado en ambulancia gracias a la
denuncia de Oscar Hernández, el hacía parte del grupo de 10
recicladores que habían sido descuartizados y que a cambio de sus
órganos fueron rellenados con bolsas de plástico.
Una teoría que tomo fuerza y consistencia fue la declaración que rindió
el Jefe de Vigilancia de la Universidad Libre, Pedro Viloria, horas
después de que trato de quitarse la vida ingiriendo un frasco de
creolina, porque según sus propias declaraciones dijo “me encontraba
deprimido y horrorizado con lo que paso en la Universidad” en su
declaración juramentada Pedro Viloria señalo que tenía información
sobre quienes eran las personas que suministraban los cadáveres al
anfiteatro de la Universidad, según su declaración por cada cuerpo sin
vida que llegaba sin la previa reseña de Medicina Legal, se pagaban de
50 mil a 170 mil pesos, versión que luego cambio ante el Juez.
Pero no solo se negociaba con los cadáveres, el otro gran negocio que
se tenía montado desde el anfiteatro de la Universidad era el tráfico de
órganos humanos, investigaciones que se adelantaron por los cuerpos
de seguridad de la época permitieron establecer que una vez las
victimas llegaban a la morgue, Santander Sabalza Estrada, no solo tenía
la misión de preparar los cadáveres sino que debía conservar sus
órganos para luego venderlos en el mercado negro, según testimonios
de estudiantes a ellos les fueron ofrecidos estos órganos por parte de
los empleados de la Universidad y señalaron que el tráfico no era nuevo
dentro de la facultad de medicina, sus declaraciones fueron parte
fundamental en el proceso judicial que se adelantó por parte de un
grupo de jueces que tuvieron a su cargo el caso de tan terrible masacre
y desaparición de 40 recicladores.
Los IMPLICADOS: a pesar de las evidencias que existieron sobre lo
ocurrido dentro de la Universidad Libre, sus directivos negaron
cualquier participación y calificaron el hecho, considerado monstruoso
por la opinión pública , como algo aislado en que estaban involucrados
funcionarios de bajo perfil, lo cierto es que las investigaciones
demostraron todo lo contrario. El Sindicogerente de la Universidad Libre
de Barranquilla, Eugenio Castro Ariza, fue señalado como la cabeza del
macabro negocio. De acuerdo con las declaraciones rendidas por los
celadores, Castro Ariza suministraba la plata para pagar los cadáveres
que llegaban a la Universidad, uno señalo ante el Juzgado que el taxi en
que se transportaba a las victimas era de propiedad del Sindicogerente “
Castro trabajaba desde hacía varios años en la universidad, comenzó su
labor en uno de los laboratorios como lavador de tubos de ensayos,
luego hizo una carrera ascendente y estudio contaduría hasta llegar a
convertirse en el Síndico de la Universidad, él era quien cada Seis meses
autorizaba al encargado del anfiteatro, Santander Sabalza, de conseguir
nuevos cadáveres para el semestre de anatomía, él era quien le
entregaba la plata a los celadores para conseguir las víctimas, y él era
quien manejaba el negocio del tráfico de órganos” esto dijo a la Revista
SEMANA un empleado quien también pidió reserva de su nombre por
las amenazas que recibía.
En la declaración que rindió Castro Ariza ante el Juzgado, negó cualquier
participación en el delito y argumento que él no tenía por qué conocer
de estos hechos, pues solo se limitaba a gerenciar una empresa que
tenía varios Jefes en cada sección, los cuales eran los responsables de
los gastos que requerían para su funcionamiento, para los
investigadores las declaraciones del Sindico tenían muchos vacíos y
muchas contradicciones.
El Juzgado Segundo Penal del Circuito absolvió de esa responsabilidad a
los cinco vigilantes Pedro Antonio Viloria Leal, Wilfrido Arias Ternera,
Armando Segundo Urieles Sierra, Saúl Hernández Otero y Santander
Sabalza Estrada. Este último preparador de cadáveres en la facultad de
medicina, que venían siendo procesados por los asesinatos de estos
recicladores, por no encontrar nexos entre estos y las circunstancias en
que se cometieron los homicidios. Sebastián Cuello Barbes fue otro
vigilante sindicado en este proceso, pero contra él no hubo acción penal
por cuanto lo asesinaron en Ciénaga (Magdalena). Todos los condenados
quedaron en libertad, ya que a pesar de haber sido capturados entre el 29
de febrero y el primero de marzo de 1992, dos años más tarde fueron
puestos en libertad condicional luego que el Juzgado dejara vencer los
términos para la convocatoria de la audiencia de juzgamiento. En otro
punto de la providencia, que contempla 96 folios, el juzgado absolvió al
síndico de la Universidad Libre Eugenio Castro Ariza, quien también fue
juzgado por estos hechos.
Estos macabros hechos ocurridos hace 30 años en la Universidad libre
de Barranquilla Colombia, quedaron en la impunidad, aun así motivados
con no seguir siendo víctimas de desapariciones y parte del mercado de
la muerte de este país, los recicladores de oficio unidos clamaron
justicia y reconocimiento a la labor y profesión como recicladores de
oficio, fue así como lograron la expedición de la Ley 511 del 4 de Agosto
de 1999, la cual conmemora el DIA NACIONAL DEL RECICLADOR el 1 de
Marzo de cada año. Y es así como cada año en el país los hoy más de 80
mil recicladores de oficio organizados, se hacen notar, marchando por
las calles, con plantones, conmemorando y exigiendo sus derechos
constitucionales, para no seguir invisibilizados y decirle al mundo lo que
le sucedido a 40 compañeros recicladores, quienes fueron masacrados
vilmente en una universidad de Colombia, donde paradójicamente a
través de la facultad de medicina, educaban a los estudiantes para
salvar vidas como futuros médicos, sin saber que el “material didáctico”
eran los órganos y cuerpos de seres humanos a quienes se les quitó la
vida, a través de un negocio lucrativo de unos “reales desechables” que
nunca pagaron por sus delitos cometidos y que hacían parte de la
misma universidad libre de barranquilla.