La reactivación de Metrolínea no es solo una noticia institucional. Es una oportunidad histórica para que Bucaramanga y su área metropolitana se miren al espejo y reconozcan que el fracaso del Sistema de Transporte Masivo no fue obra de un solo actor. Administradores, operadores, usuarios y medios de comunicación —todos— tenemos algo que aprender, algo que reparar.
Durante años, el sistema se desangró entre contratos opacos, decisiones improvisadas y falta de voluntad política. Pero también se debilitó en la cotidianidad: buses vandalizados, evasión del pago, invasión de carriles exclusivos, indiferencia frente al deterioro. Y sí, los medios también fallamos. Fuimos complacientes, tardíos en denunciar lo que ocurría tras bambalinas. Nos faltó rigor, pero sobre todo, nos faltó empatía con los miles de ciudadanos que dependían de ese servicio para vivir con dignidad.
Hoy, con la llegada de una nueva flota de buses a gas natural, con el respaldo técnico del Metro de Medellín y con una inversión pública significativa, se abre una nueva página. Pero esta vez no basta con cambiar los vehículos. Hay que cambiar la cultura.
¿Qué compromiso nos toca?
• A los usuarios: cuidar los buses como si fueran propios, respetar las normas, pagar el pasaje, exigir transparencia sin sabotear el servicio.
• A la administración: comunicar con claridad las rutas, los horarios, los cambios. No más improvisación. No más silencio.
• A los medios: vigilar con independencia, pero también acompañar con pedagogía. Ser puente entre la ciudadanía y las decisiones técnicas.
• A los líderes comunitarios: activar la participación, recoger inquietudes, promover el uso del sistema como herramienta de equidad.
• A la inteligencia artificial y la tecnología: ayudar a planificar rutas, optimizar recorridos, escuchar a los usuarios en tiempo real. Que el algoritmo también sea aliado del bienestar colectivo.
Porque el transporte masivo no es solo movilidad. Es inclusión, es memoria urbana, es derecho a la ciudad. Y si queremos que Metrolínea no vuelva a fracasar, necesitamos reglas claras, sí, pero sobre todo necesitamos voluntad compartida.
Que esta nueva etapa no sea solo un cambio de flota, sino un cambio de conciencia. Que cada trayecto sea una oportunidad para reconstruir confianza. Que cada parada sea un punto de encuentro entre lo público y lo ciudadano.
La ruta está trazada. El destino depende de todos.








