Mientras el Ministerio del Deporte sufre recortes presupuestales que dejan a nuestros atletas en el limbo, dos jóvenes santandereanos con discapacidad conquistaron Tailandia con coraje, disciplina y el respaldo de un gobierno territorial que sí cree en el poder transformador del deporte.
Juan David Monsalve (26 años) y Sebastián Osma (19 años), nadadores con síndrome de Down y autismo, representaron a Colombia en el Campeonato Mundial de Natación Virtus, celebrado del 20 al 30 de agosto. Lo hicieron con orgullo, con entrega, y con resultados que hablan por sí solos: seis medallas entre ambos, tres de plata y tres de bronce. Pero detrás de ese podio hay una historia que merece ser contada con la misma fuerza que sus brazadas.
Gracias al esfuerzo del gobernador MG (R) Juvenal Díaz Mateus y a la voluntad política de la Gobernación de Santander, estos jóvenes pudieron viajar, competir y triunfar. En medio de una crisis presupuestal que golpea a los departamentos, este respaldo no fue un gesto simbólico: fue un acto de justicia, de inclusión y de reparación.
Porque lo que debería ser una función del Estado central —garantizar que nuestros deportistas, sin importar su condición, puedan representar al país— ha sido abandonado. El recorte al Ministerio del Deporte ha dejado a atletas de élite, aficionados y paralímpicos dependiendo de rifas, familiares, y gobiernos locales que hacen malabares para sostener lo que el “Gobierno del Cambio” prometió priorizar. Hoy, el deporte es la cenicienta del paseo.
Durante el homenaje, el gobernador expresó su emoción al verlos triunfar: “Es una excelente posición que deja muy en alto el nombre de Santander y de Colombia. Ser subcampeones mundiales debe motivar a muchos otros jóvenes del departamento a esforzarse y persistir para alcanzar logros que nos llenen de orgullo”. Y tiene razón. Pero también debería motivar al país entero a preguntarse por qué el Estado no estuvo allí para colgarse esa medalla.
Este triunfo no es solo deportivo. Es político, ético y profundamente humano. Es una lección de lo que ocurre cuando se cree en el talento, cuando se invierte en la diferencia, cuando se honra el esfuerzo más allá de los discursos.
Hoy, Juan David y Sebastián nos recuerdan que el deporte no es un lujo, ni una foto para redes. Es un derecho, una herramienta de inclusión, y una fuente de orgullo nacional. Que su ejemplo sirva para que el país despierte. Porque mientras ellos conquistan el mundo, el Estado sigue nadando en aguas turbias.









