Este 24 de septiembre se conmemora la festividad religiosa de la Virgen de las Mercedes, una advocación mariana profundamente arraigada en la tradición católica y especialmente venerada por la población privada de la libertad. En cárceles de todo el país, la fecha se celebra con eucaristías, momentos de oración y encuentros familiares que buscan renovar la esperanza y la fe entre quienes viven tras los muros.
Historia y significado de la Virgen de las Mercedes
La devoción a la Virgen de las Mercedes se remonta al siglo XIII, cuando, según la tradición, se apareció a San Pedro Nolasco en Barcelona, España, inspirándolo a fundar la Orden de la Merced. Esta congregación tenía como misión principal liberar a los cristianos cautivos durante las guerras de entonces. Desde entonces, la Virgen fue reconocida como símbolo de redención, libertad y misericordia.
Su nombre, “Mercedes”, evoca las gracias y favores concedidos por Dios a través de su intercesión, y su imagen se ha convertido en emblema de consuelo para quienes enfrentan situaciones de encierro, dolor o injusticia.
Día del preso: una jornada de fe y reflexión
En Colombia y otros países de tradición católica, el 24 de septiembre también es conocido como el “Día del preso”. En esta fecha, se realizan celebraciones litúrgicas en centros penitenciarios, donde internos, funcionarios y familiares se reúnen para rendir homenaje a la Virgen de las Mercedes. Las actividades incluyen misas, procesiones, reflexiones espirituales y espacios de encuentro familiar que buscan fortalecer los lazos afectivos y promover la reconciliación.
La Virgen de las Mercedes es vista por muchos reclusos como una madre protectora que escucha sus súplicas, los acompaña en sus momentos de angustia y les brinda esperanza de transformación y libertad interior.
Para muchos internos, esta celebración representa un momento de consuelo espiritual y esperanza. “La Virgen de las Mercedes es nuestra madre en el encierro. Ella nos escucha cuando nadie más lo hace”, expresó Juan Carlos, privado de la libertad en el establecimiento penitenciario de Palo Gordo. María Elena, madre de un recluso, compartió: “Hoy pude abrazar a mi hijo y rezar con él. Sentí que la Virgen nos dio fuerza para seguir adelante”.
Estos testimonios reflejan cómo la fe se convierte en un puente de reconciliación y afecto, incluso en medio de la adversidad.








