Desde su fundación en 1891, la Policía Nacional ha sido testigo y protagonista de la historia colombiana. Lo que comenzó con serenos que patrullaban con faroles y silbatos, hoy se traduce en más de 186 mil hombres y mujeres formados en investigación criminal, derechos humanos, tecnología e inteligencia. Su labor no se limita a la seguridad: también encarna el cuidado, la presencia en momentos críticos, y el vínculo con comunidades que necesitan protección y escucha.
Más allá del uniforme: el rostro humano del deber
En este aniversario, es justo mirar más allá del uniforme. Cada patrullero, cada oficial, cada auxiliar representa una historia de esfuerzo, de familia, de vocación. En ciudades como Cali, se han rendido homenajes a quienes combinan el deber institucional con la entrega cotidiana, muchas veces silenciosa, que sostiene la convivencia.
Depurar para honrar: el valor de la ética institucional
Como en todo gremio, hay sombras. Pero lo que distingue a una institución con vocación de permanencia es su capacidad de autodepurarse. Las decisiones del alto mando de expulsar a quienes traicionan el uniforme son señales claras de que la Policía no se esconde: se corrige, se fortalece, se honra. Esta limpieza interna no es solo necesaria, es profundamente respetuosa con quienes sí cumplen, con quienes sí arriesgan, con quienes sí merecen el respaldo ciudadano.
Un llamado desde la ciudadanía
Hoy, como periodista, como ciudadana, como alguien que cree en el poder de la memoria y la reparación, quiero hacer un llamado: sigamos acompañando a la Policía Nacional en su transformación. Reconozcamos sus aciertos, exijamos sus mejoras, y sobre todo, no dejemos que las manzanas podridas opaquen el bosque de servicio que tantos han sembrado con sacrificio.
Hoy celebramos 134 años de historia, pero también renovamos el pacto ético entre institución y sociedad. Que este aniversario sea más que una fecha: que sea un compromiso compartido por la seguridad, la dignidad y la verdad.








