Durante muchos años, los municipios de California y Vetas en Santander se han visto enfrentados a un desafío común: la presencia del mercurio en la minería artesanal del oro. Este metal, utilizado por los mineros conocidos como “barequeros”, plantea una amenaza grave para la salud de quienes trabajan en las minas y para el medio ambiente circundante.
Sin embargo, una investigación exhaustiva realizada con expertos de la Universidad Industrial de Santander (UIS), ha revelado un hallazgo sorprendente: la presencia natural de selenio en los alimentos y en el suelo de estas regiones ha jugado un papel crucial en la protección de los mineros contra el envenenamiento por mercurio.
Este fenómeno intrigante ha despertado el interés de científicos y comunidades locales, que ahora buscan comprender más a fondo cómo esta interacción entre el selenio y el mercurio puede ser aprovechada para mitigar los riesgos asociados con la minería del oro y ‘blindar’ a los mineros.
Dicha investigación, realizada no solo en Santander, sino también en Chocó y en el bajo Cauca antioqueño, puso al descubierto diferencias significativas en los niveles de mercurio y selenio en el cuerpo de mineros de oro en estas regiones. Este hallazgo plantea interrogantes importantes sobre los factores ambientales y dietéticos que pueden influir en la salud de estas comunidades mineras.
“Los estudios que se han realizado en la UIS llevan más de diez años. Los primeros fueron liderados por las profesoras Luz Helena Sánchez y Laura Rodríguez, de Microbiología y Salud Pública, respectivamente. Lo que miraron en ese momento fue una serie de características de enfermedad, digamos así, que tiene que ver fundamentalmente con el funcionamiento del riñón y algo de respuesta inmunológica asociada al mercurio. Cuando se hicieron, ya se sabía que el mercurio debería alterar ambas cosas, pero lo que se encontró es que aquí en Santander no había esos efectos tan marcados y lo que se explica es porque no tenemos unos niveles muy altos de mercurio”, dijo Álvaro Idrovo, profesor del Departamento de Salud Pública e investigador UIS.
“El selenio, un ‘blindaje’ efectivo contra los efectos del mercurio en mineros”: Álvaro Idrovo, investigador UIS.
Durante muchos años, los municipios de California y Vetas en Santander se han visto enfrentados a un desafío común: la presencia del mercurio en la minería artesanal del oro. Este metal, utilizado por los mineros conocidos como “barequeros”, plantea una amenaza grave para la salud de quienes trabajan en las minas y para el medio ambiente circundante.
Sin embargo, una investigación exhaustiva realizada con expertos de la Universidad Industrial de Santander (UIS), ha revelado un hallazgo sorprendente: la presencia natural de selenio en los alimentos y en el suelo de estas regiones ha jugado un papel crucial en la protección de los mineros contra el envenenamiento por mercurio.
Este fenómeno intrigante ha despertado el interés de científicos y comunidades locales, que ahora buscan comprender más a fondo cómo esta interacción entre el selenio y el mercurio puede ser aprovechada para mitigar los riesgos asociados con la minería del oro y ‘blindar’ a los mineros.
Dicha investigación, realizada no solo en Santander, sino también en Chocó y en el bajo Cauca antioqueño, puso al descubierto diferencias significativas en los niveles de mercurio y selenio en el cuerpo de mineros de oro en estas regiones. Este hallazgo plantea interrogantes importantes sobre los factores ambientales y dietéticos que pueden influir en la salud de estas comunidades mineras.
“Los estudios que se han realizado en la UIS llevan más de diez años. Los primeros fueron liderados por las profesoras Luz Helena Sánchez y Laura Rodríguez, de Microbiología y Salud Pública, respectivamente. Lo que miraron en ese momento fue una serie de características de enfermedad, digamos así, que tiene que ver fundamentalmente con el funcionamiento del riñón y algo de respuesta inmunológica asociada al mercurio. Cuando se hicieron, ya se sabía que el mercurio debería alterar ambas cosas, pero lo que se encontró es que aquí en Santander no había esos efectos tan marcados y lo que se explica es porque no tenemos unos niveles muy altos de mercurio”, dijo Álvaro Idrovo, profesor del Departamento de Salud Pública e investigador UIS.