Estados Unidos ha dado un giro histórico en el conflicto de Oriente Medio al bombardear este sábado tres de las principales instalaciones nucleares de Irán: Fordow, Natanz e Isfahan. El ataque, ejecutado con bombarderos furtivos B-2 y bombas antibúnker GBU-57 —nunca antes usadas en combate real—, fue anunciado por el presidente Donald Trump, quien advirtió que Washington está preparado para lanzar ofensivas aún mayores si Teherán no detiene su programa nuclear.
La operación, bautizada como «Martillo de Medianoche», se realizó en estrecha coordinación con Israel, que desde el 13 de junio mantiene una ofensiva militar contra Irán. Trump calificó la acción de “espectacular éxito militar” y aseguró que todos los aviones estadounidenses regresaron a salvo, mientras que en redes sociales proclamó: “Ahora es el momento de la paz”. Sin embargo, el mandatario también lanzó una advertencia: Irán debe elegir entre “paz o tragedia”.
La respuesta iraní no se hizo esperar. El gobierno de Teherán denunció el ataque como una “grave violación” de la Carta de la ONU y del derecho internacional, y prometió represalias. Misiles iraníes impactaron en varias ciudades israelíes, mientras que la Guardia Revolucionaria advirtió que la tecnología nuclear de Irán “no puede ser destruida por ningún ataque”. Entre las posibles respuestas, analistas internacionales temen el cierre del estratégico estrecho de Ormuz, vital para el suministro mundial de petróleo, y ataques a intereses estadounidenses e israelíes en la región.
La comunidad internacional ha reaccionado con alarma. El secretario general de la ONU, António Guterres, advirtió que la situación “podría acarrear consecuencias devastadoras para la humanidad” y llamó a una desescalada inmediata del conflicto7. Mientras tanto, países aliados y rivales observan con preocupación el riesgo de que la confrontación se extienda y desestabilice aún más la región.
A futuro, el bombardeo estadounidense abre la puerta a una escalada militar de consecuencias imprevisibles. Si Irán opta por una respuesta contundente, el conflicto podría arrastrar a otras potencias y provocar una crisis energética global. Por ahora, el mundo contiene la respiración ante la posibilidad de una guerra abierta entre Estados Unidos, Irán e Israel, con repercusiones que podrían sentirse en todos los rincones del planeta.