Tomar como normal el inicio a temprana edad de consumo de alcohol como un acto “cotidiano”, el cual muchas veces va acompañado de frases como “ya está grandecito para que tome”, “dejarlo probar un poquito no es pecado”, “eso es uno al año que aprenda”, “si lo hace junto a mi yo lo controlo” son algunos de los pensamientos que aunque para muchas personas pueda sonar gracioso son en realidad el inicio de daños que atentan en el libre desarrollo de la personalidad y del crecimiento de los niños y niñas, y adolescentes.
Además de los daños ocasionados en la mente y el cuerpo de los niños y niñas, y adolescentes, por el inicio del consumo de alcohol a temprana edad está el hecho que ofrecer trago a un menor de edad es un acto ilegal que se constituye como una vulneración tan grave como el maltrato físico. El alcohol genera consecuencias negativas no solo a nivel biológico si no que a nivel psicológico y emocional por lo que es considerado una forma de violencia contra los niños, niñas y adolescentes.
Daños a nivel cerebral y bajo rendimiento escolar
Diversas investigaciones han concluido que, debido a que el cerebro solo alcanza su máximo desarrollo hacia los 21 años de edad, el consumo de alcohol a temprana edad afecta el progreso madurativo de este órgano y esto se refleja de inmediato evitando el libre desarrollo personal de su intelecto. En este sentido el efecto que generan las bebidas alcohólicas produce deficiencias en la formación de la corteza cerebral las conexiones con los lóculos parietales y la comunicación entre los hemisferios.
Por lo que “el efecto se verá en procesos como la memoria, las habilidades de pensamiento y planeación, la toma de decisiones, la resolución de problemas o cualquier otra de las funciones ejecutivas que son realizadas por la corteza prefrontal o el hipocampo y que, según los estudios de neuro imágenes, son zonas del cerebro que muestran diferencias significativas entre los adolescentes consumidores de alcohol y los que no lo hacen”, explica Claudia Gutiérrez, magíster en Psicología Clínica de la Universidad El Bosque.
Lo anterior, dicen los neuropsicólogos, produce bajo rendimiento escolar ya que el aprendizaje se torna más lento debido a las deficiencias en los procesos de atención y a la afectación de las habilidades de memoria y pensamiento que genera el consumo de alcohol en la infancia y la adolescencia.
Mayor riesgo de dependencia
Por lo antes mencionado es importante tener claro que en la etapa desde los 11 a los 17 años, los jóvenes desarrollan una imagen propia, un rol que buscan proyectar y potenciar ante los demás. El desarrollo de la personalidad provoca en el adolescente la necesidad de independencia frente al núcleo familiar y la búsqueda de integración en grupos sociales y si desde casa se ve como “normal” el consumo de alcohol como forma de socializar con las demás personas, o forma de calmar la ansiedad provocada al estar expuesto ante otras personas, o la necesidad de pertenecer a un grupo puede llevar a los jóvenes a desarrollar comportamientos de riesgo, como el consumo de alcohol. Los hábitos llevados a cabo dentro del entorno de familia y amigos son cruciales a la hora de prevenir o fomentar el consumo de alcohol.
Por esto es importante tener claridad desde casa se deben manejar reglas debe iniciarse en edades tempranas, con una educación basada en la moderación, reforzada con el ejemplo en la familia, así como acciones que fomenten la autoestima y habilidades sociales, para que en el futuro elijan formas sanas de diversión.