Por estos días, Bucaramanga Metropolitana Cómo Vamos presentó su más reciente Informe de Calidad de Vida. Un documento serio, riguroso, respaldado por la academia y empresas destacadas, que ofrece más que cifras: ofrece una brújula. Y lo hace sin cobrar un peso. Es un aporte gratuito, valioso, y profundamente necesario para quienes tienen en sus manos el timón del desarrollo local.
Sin embargo, preocupa que algunos mandatarios —alcaldes y gobernador incluidos— reciban este estudio con recelo, como si se tratara de una crítica personal o una amenaza a su gestión. Nada más lejos de la realidad. Este informe no señala culpables: señala caminos. No busca desacreditar: busca orientar. Y para eso, se necesita humildad pública. Se necesita bajar los egos y subir el compromiso con la gente.
Los datos sobre salud mental, seguridad vial, movilidad, empleo juvenil y educación son claros. Revelan brechas, alertas y oportunidades. Ignorarlos sería una irresponsabilidad. Usarlos, en cambio, puede marcar la diferencia entre una gestión reactiva y una verdaderamente transformadora.
Pero este llamado no es solo para los gobernantes. También es para el ciudadano de a pie. El informe está disponible públicamente. Puede y debe ser leído, discutido, exigido. La inteligencia artificial, por ejemplo, puede ayudar a traducir sus cifras en acciones, sus gráficos en decisiones, sus conclusiones en movilización. Pero nada sustituye la voluntad de entender, participar y exigir.
Este informe es una herramienta de todos. Que no se quede en los escritorios. Que llegue a los barrios, a los medios, a las aulas, a los consejos comunitarios. Que se convierta en insumo para el diálogo, la planeación y la acción. Porque mejorar la calidad de vida no es tarea de unos pocos: es responsabilidad compartida.








